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MAMANDO EL RABO

miércoles, 16 de junio de 2010

AQUÉL MALDITO FIN DE CURSO

Era fin de curso y acababa de recibir el ultimátum de la Jefa de Estudios. Como no me había esforzado lo suficiente, no iba a aprobar el exámen final y no me graduaba para pasar a la Universidad. Consideré que aquello que me estaba ocurriendo era harto injusto.


Era algo que no podía consentir. Aquí se terminaban todos mis proyectos de vacaciones junto a mi chica. ¿Cómo no iba aprobar aquél jodido curso cuando me había pasado noches enteras pegado a los libros?


Tenía que conseguir como fuera que mi profesor recalificara mi exámen y lo puntuara favorablemente.


Intenté convencerle, pero, tal y como dijo la Jefa de Estudios, no existía posibilidad alguna de revisión del puto exámen y mucho menos de que lo volviera a repetir, ya que lo había puntuado muy por encima y no podía subir la nota.


Como ya había experimentado los placeres masculinos con algún  compañero de clase y parece que no se me daba mal el arte de hacer mamadas, se me ocurrió proponer a mi profesor comerle la polla y si quedaba satisfecho premiar mi trabajo.  Accedió mostrándome un enorme rabo como ninguno de mis colegas de clase me había ofrecido en nuestros escarceos amorosos.


Tomando entre mis labios aquél pollón me dispuse a realizarle la mejor mamada que hasta entonces había hecho ya que el lugar era lo bastante idóneo para que nadie nos interrumpiera. La perfecta soledad del aula y mi más profundo deseo de poder disfrutar de las vacaciones con mi novia, causó en mí la total pérdida de la racionalidad en mimetismo con todo el vicio y la procacidad que empezaban a reinar en el ambiente.


Comportándose como un auténtico kabronazo y dando rienda suelta a sus más bajos y ocultos instintos, el profesor no iba a quedarse lo bastante sobornado con una simple felación por lo que, bajando mis pantalones, me obligó a ofrecerle mis nalgas que aún conservaba vírgenes.


 Con una inusitada dulzura se dispuso a pasar la lengua por mi culo consiguiendo hacer de mí el juguete con que paliar el rigor de su virilidad.


Despojándonos de nuestras ropas, cual si de un uniforme social se tratara, llegamos a ponernos a la misma altura deseando recíprocamente ser el uno del otro.


La nota, las vacaciones, mi novia... iban quedando en profundo segundo plano. En ése instante mi único anhelo era ser poseído por el señor Michaels, quien durante todo el año procuró implementar mis conocimientos para terminar implementando mi cuerpo con el suyo en aquél maldito fin de curso.


Instintivamente logré recibir la polla de mi mentor en la oquedad inmaculada de mis nalgas impolutas proporcionando a mi recto la armónica orquestación de placeres por mí desconocidos.



A medida que el señor Michaels iba follándome el culo empecé a comprender el porqué de mis incursiones en el conocimiento carnal con mis colegas de clase en los malolientes servicios del Instituto.


Tenía que aprobar a toda costa para disfrutar las vacaciones con mi chica... ¡qué lejano iba quedando aquéllo! No podía pretender seguir engañándome por más tiempo. Los compañeros... el profesor... las miradas furtivas en los urinarios de la Estación de Cercanías...


Gracias al señor Michaels descubrí cuáles eran mis inclinaciones sexuales aquél maldito fin de curso.

1 comentario:

Warron dijo...

¿Malo?, Pero ¿cómo que malo?

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