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MAMANDO EL RABO

miércoles, 16 de junio de 2010

ÁLEX Y GREGORY

Este chico tan guapo se llama Álex. Es muy buen chaval. El marido ideal que toda madre quiere para su hija. De hecho su suegra piensa así.


Aquí está Gregory. También es bastante guapo y el mejor amigo de Álex. Los dos se conocen desde el Instituto y se entienden a la perfección.


¿Puede alguien atreverse a ponerlo en duda?

LA VIEJA PAGODA DE MADERA

Andaba tan ensimismado contemplando los monumentos que el guía de la excursión nos iba mostrando que no advertí que el grupo se alejó de mí. Cuando reparé en ello me encontraba completamente perdido y no tuve más remedio que continuar la excursión yo sólo.


Sentí unas tremendas ganas de orinar y no divisé el lugar apropiado para ello por lo que me escondí tras una bonita pagoda de madera que encontré en la soledad de mi inesperado extravío.


Aunque era plenamente consciente de que estaba totalmente sólo en aquél para mí desconocido jardín, no estuvo de más que me cerciorara de que realmente era así antes de sacarme la polla.


Tan imperiosa era mi necesidad que no tuve la menor dificultad en vaciar mi repleta vegiga con un potente chorro de líquido dorado.


Tal vez fuera por la belleza del paraje en el que me encontraba o, bien, la quietud y la pureza del ambiente que estaba respirando...


Quizá fuera por la sola contemplación del  miembro con que generosamente la naturaleza me ha dotado...


Mi organismo empezó a notar con urgencia la necesidad de satisfacer otra necesidad igual o más imperiosa que la de mear.


Empuñando con la diestra toda la plenitud de mi verga, semioculto tras los viejos tablones de la pagoda de madera, comencé con el rito ancestral de la masturbación cual monje de lujuria de mi particular congregación.


Era tal el grado de excitación que se iba acumulando tanto en mi cuerpo como en mi pensamiento que no pude (más bien, no quise) evitar la realización de obscenidades propias de la intimidad de mi cuarto en el hotel.


Libre de cualquier asomo de pudor, como libre de toda mi ropa, continué acariciándo mi cuerpo en la inmensa quietud de aquél vergel.


Olvidándo por completo cualquier norma de comportamiento social y dejándome guiar por el dictado de la calentura de mi culo...


Saqué de mi bolsa un souvenir en forma de porra típico del país, que compré en una tienda a la que nos había llevado el guía. Con el césped que poblaba el lugar como cama, me lo fui metiendo en el culo dándome infiníto placer.


Nunca jamás olvidaré que anduve perdido en un país desconocido, así como tampoco podré olvidar la paja que me di junto a la vieja pagoda de madera.

AQUÉL MALDITO FIN DE CURSO

Era fin de curso y acababa de recibir el ultimátum de la Jefa de Estudios. Como no me había esforzado lo suficiente, no iba a aprobar el exámen final y no me graduaba para pasar a la Universidad. Consideré que aquello que me estaba ocurriendo era harto injusto.


Era algo que no podía consentir. Aquí se terminaban todos mis proyectos de vacaciones junto a mi chica. ¿Cómo no iba aprobar aquél jodido curso cuando me había pasado noches enteras pegado a los libros?


Tenía que conseguir como fuera que mi profesor recalificara mi exámen y lo puntuara favorablemente.


Intenté convencerle, pero, tal y como dijo la Jefa de Estudios, no existía posibilidad alguna de revisión del puto exámen y mucho menos de que lo volviera a repetir, ya que lo había puntuado muy por encima y no podía subir la nota.


Como ya había experimentado los placeres masculinos con algún  compañero de clase y parece que no se me daba mal el arte de hacer mamadas, se me ocurrió proponer a mi profesor comerle la polla y si quedaba satisfecho premiar mi trabajo.  Accedió mostrándome un enorme rabo como ninguno de mis colegas de clase me había ofrecido en nuestros escarceos amorosos.


Tomando entre mis labios aquél pollón me dispuse a realizarle la mejor mamada que hasta entonces había hecho ya que el lugar era lo bastante idóneo para que nadie nos interrumpiera. La perfecta soledad del aula y mi más profundo deseo de poder disfrutar de las vacaciones con mi novia, causó en mí la total pérdida de la racionalidad en mimetismo con todo el vicio y la procacidad que empezaban a reinar en el ambiente.


Comportándose como un auténtico kabronazo y dando rienda suelta a sus más bajos y ocultos instintos, el profesor no iba a quedarse lo bastante sobornado con una simple felación por lo que, bajando mis pantalones, me obligó a ofrecerle mis nalgas que aún conservaba vírgenes.


 Con una inusitada dulzura se dispuso a pasar la lengua por mi culo consiguiendo hacer de mí el juguete con que paliar el rigor de su virilidad.


Despojándonos de nuestras ropas, cual si de un uniforme social se tratara, llegamos a ponernos a la misma altura deseando recíprocamente ser el uno del otro.


La nota, las vacaciones, mi novia... iban quedando en profundo segundo plano. En ése instante mi único anhelo era ser poseído por el señor Michaels, quien durante todo el año procuró implementar mis conocimientos para terminar implementando mi cuerpo con el suyo en aquél maldito fin de curso.


Instintivamente logré recibir la polla de mi mentor en la oquedad inmaculada de mis nalgas impolutas proporcionando a mi recto la armónica orquestación de placeres por mí desconocidos.



A medida que el señor Michaels iba follándome el culo empecé a comprender el porqué de mis incursiones en el conocimiento carnal con mis colegas de clase en los malolientes servicios del Instituto.


Tenía que aprobar a toda costa para disfrutar las vacaciones con mi chica... ¡qué lejano iba quedando aquéllo! No podía pretender seguir engañándome por más tiempo. Los compañeros... el profesor... las miradas furtivas en los urinarios de la Estación de Cercanías...


Gracias al señor Michaels descubrí cuáles eran mis inclinaciones sexuales aquél maldito fin de curso.

ENTRE LAS NALGAS (VINTAGE)

No... si al final la vamos a joder.




Debe ser cosa de la bujía...

BMB

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